viernes, 27 de febrero de 2015

Creo en un Dios

El domingo pasado un joven de la iglesia nos inspiraba con un cántico dedicado a unos hermanos en la Iglesia.  El cántico afirma lo que la Iglesia ha creído por más de 16 siglos.  En el Concilio de Nicea en el año 325 la iglesia dirigida por el Espíritu de Dios levantó su voz para defender sus posturas frente a otras corrientes teológicas que no querían aceptar que Jesús era Dios mismo.  Hoy muchos se levantan para decirnos que saquemos a Dios de sus vidas y nosotros decimos a eso “que cada cual escoge pero que tampoco ellos pueden imponernos su libertinaje”. Dios cuida, guía y defiende su iglesia.  Nosotros somos sus instrumentos. Aquí el Credo Niceno:

 
Creo en un solo Dios Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, y de todas las cosas visibles e invisibles; 

Y en un solo Señor Jesucristo, Hijo Unigénito de Dios, Engendrado del Padre antes de todos los siglos, Dios de Dios, Luz de Luz, verdadero Dios de Dios verdadero, Engendrado, no hecho, consubstancial con el Padre;
Por el cual todas las cosas fueron hechas,
El cual por amor a nosotros y por nuestra salud descendió del cielo,
Y tomando nuestra carne de la virgen María, por el Espíritu Santo, fue hecho hombre,
Y fue crucificado por nosotros bajo el poder de Poncio Pilatos,
Padeció, y fue sepultado; Y al tercer día resucitó según las Escrituras,
Subió a los cielos y está sentado a la diestra de Dios Padre.
Y vendrá otra vez con gloria a juzgar a los vivos y a los muertos;
Y su reino no tendrá fin.

Y creo en el Espíritu Santo, Señor y Dador de vida, procedente del Padre y del Hijo,
El cual con el Padre y el Hijo juntamente es adorado y glorificado; Que habló por los profetas…Y espero la resurrección de los muertos, y la vida del siglo venidero. Amén.
                                                                                                                                                                                                                          
                                                                                                                                                                         Miriam E. Figueroa

viernes, 20 de febrero de 2015

Cuando Dios nos Prueba



Dios nos prueba porque quiere obtener  lo mejor de nosotros, pero un error muy común es confundir las pruebas de Dios con el maltrato humano. Entiende esto, Dios no le dice a nadie: “Anda, lastímalo, humíllalo, golpéalo y abúsalo, porque quiero ver qué hace y cómo reacciona”. ¡No! Dios no es sádico, ni violento ni agresivo. Dios no se deleita con el dolor y el sufrimiento.  Dios no nos prueba con destrucción, muerte y violencia, ni con abusos sexuales. ¡Estas no son pruebas de Dios! Dios no es perverso. Dios no se quita el coraje con nosotros. No permitas que Satanás te engañe y que enseñanzas ignorantes te hagan ver a Dios como alguien violento y agresivo. Dios es Padre. Ama, consuela, protege, bendice, soporta nuestras torpezas, ¡y jamás nos maltrata! 

Dios nos prueba de otras maneras. Por ejemplo, nos da una palabra para corregirnos. Una palabra fuerte, una palabra de reflexión para que cambiemos de rumbo. Nos habla duro pero con amor, no para “retarnos” sino para que cambiemos nuestra manera de vivir.  Nos deja sin poder espiritual. Cuando nos ponemos testarudos o rebeldes, Dios nos dice: “Está bien, sigue adelante, pero vas sin mi poder”. Nos estancamos, no avanzamos, hasta volver a Dios. También Dios usa las consecuencias de nuestras decisiones. Dios nos advierte: “Si haces esto te va a pasar esto otro”. 

La Biblia está llena de ejemplos con respecto a esto (Sal.1:1-3, Mt.6:14-15). Pero cuando obedecemos la Palabra nos alejamos del fracaso y maduramos.  Usa las circunstancias diarias, familiares, personales, laborales, económicas, sentimentales o espirituales. Y por medio de esto Dios prueba nuestra fe y la mejora. Y cuando superamos la prueba nos damos cuenta que crecimos, que maduramos (Stg.1:2-3). 

...Piénsalo. 

¿Puedes identificar algunos de estos tratos de Dios en tu vida?
¿Qué piensas que Dios quiere mejorar o corregir en tu vida?
 

                                             Por Edgardo Tosoni,  Aliento Diario Compartido por Wilda Gómez

viernes, 6 de febrero de 2015

No Hay Más Grande Amor...



…y el carácter fortalece nuestra esperanza segura de salvación.  Y esa esperanza no acabará en desilusión.  Pues sabemos con cuanta ternura nos ama Dios, porque nos ha dado el Espíritu Santo para llenar nuestro corazón con su amor.                                                                                             
                                                                                                                                          Romanos 5:4-5

Disfrutar del amor de nuestra familia es tan revitalizador.  Amar y ser amados por nuestros amigos es  siempre una experiencia de vida tan satisfactoria. Disfrutar de la hermandad en la comunidad de fe es alentador. Y…… ¡estar enamorados es tan maravilloso! El amor es capaz de producir estos sentimientos tan particulares y  volcar nuestra vida en solo minutos.  Las experiencias de amor se imprimen en nuestra vida como una marca realizada por el cincel del artista.  Estas marcas pueden ser una obra de arte o una especie de cicatriz.  Así que también  es cierto que muchas  personas andan desilusionadas a causa de un amor.  Viven desilusionados. 

Pero el amor de Dios y la ternura con la cual él nos ama han sido derramados en nuestros corazones, en nuestra alma y en nuestro espíritu.  Esto es así para hacernos capaces de recibir y de dar amor.  Por eso es que podemos aceptar su amor.  Es propio aquí recordar que nosotros no podíamos salvarnos por nuestra propia cuenta.  No éramos capaces de salvarnos a nosotros mismos y entonces Dios nos entregó a su hijo para que tomara nuestro lugar en el decreto de muerte.  Eso sucedió solo por amor.  Y al poder recibir su amor, entonces estamos seguros de nuestra salvación.  La esperanza de nuestra salvación se fortalece a causa de su amor.  Y eso nunca nos desilusionará, jamás.  Algunos amores podrán dejar cicatrices y desilusión.  Pero el amor de Dios jamás resultará en un fracaso para nosotros.  ¡Qué grande, maravilloso e inexplicable es su amor! 

          Pásalo… 
Miriam E. Figueroa, Pastora