miércoles, 29 de julio de 2015

¡SEQUÍA!

¡Sequía!  Hubo una ocasión cuando el pueblo de Israel vivió una terrible sequía.  Resulta que vivía para ese tiempo un profeta llamado Elías de la región de Tisbé (capítulo 17 de 1 de Reyes).  El pueblo estaba tan alejado de Dios que el profeta le anunció al rey que no iba a llover.  Y así fue, no llovió por tres años, el cielo se cerró por la palabra del profeta.  Confío que Dios tenga misericordia de nosotros y que nuestra situación no sea tan penosa.  (De hecho el estado de California lleva cuatro años en sequía.)

Ahora que experimentamos esta falta de agua me doy cuenta que por alguna razón quiero tomar más agua, quiero lavar la ropa, me doy cuenta que las plantitas se me están atrofiando y las ventanas y screens que les digo, ¡asquerosas!  Cuando nos falta el agua entonces es que realmente la valoramos. 

 Cuando no tenemos el agua a la que estamos acostumbrados nos sentimos disfuncionales.  ¿Por donde andarán nuestras tormentas y nuestros huracanes?  Usualmente por esta época de días de fiestas veraniegos andamos pidiendo que no llueva para ir de vacaciones, visitar las playas y los ríos.  Pero no ahora, ahora estamos locos porque la lluvia refresque nuestro Puerto Rico.

Eso me hace pensar en la sequía en la que viven muchos seres humanos.  Están sedientos en su interior… y no tienen idea de que es lo que les falta.  Dice Dios, “vengan a mí los que están sedientos”. Y el señor Jesús dijo: “yo soy el agua de vida que salta (que sale a borbotones) para vida eterna”.  Los que hemos recibido al Señor podemos afirmar que de nuestro interior corren ríos de agua viva… no estamos en sequía.  ¡Satúranos de Ti Señor, refréscanos!                                                                  

     Por Miriam E. Figueroa - Pastora

viernes, 10 de abril de 2015

Por eso, cuando Jesús resucitó, los discípulos recordaron que él había dicho esto. Entonces creyeron lo que dice la Biblia y lo que Jesús había dicho.



Luego de la Semana Santa tenemos la gran oportunidad de seguir reflexionando acerca de todo lo que significó la muerte, sufrimiento y resurrección de Jesucristo.  La Biblia nos explica lo que sucedió luego que  el resucitara.  Pensemos en los discípulos, sus seguidores. Quedaron muy confundidos.  Solo Juan llegó hasta la cruz, aparte de María la madre de Jesús, María Magdalena y otras mujeres. Algunos discípulos se encerraron en sus casas en medio de su tristeza y confusión.  Otros se fueron a hacer lo que hacían antes, a pescar por ejemplo.   No obstante, según fueron pasando los días y el dolor y la confusión iban disminuyendo entonces empezaron a ver con claridad la realidad.  Jesús había vuelto a la vida; era cierto, la tumba realmente estaba vacía.  Y por el testimonio de las mujeres todos comenzaron a recordar lo que Jesús les había dicho antes de morir cuando hablaba con ellos. “Me van a matar pero al tercer día me voy a levantar de los muertos”.  Entonces la fe comenzó a fortalecerse.  Comenzaron a hacer sentido las palabras y las experiencias; las enseñanzas del maestro eran respaldadas una vez más por los hechos. ¡Ahora todo estaba claro! Jesús era el salvador.

Jesús nos dejó dicho en su palabra que volvería algún día para establecer su reino por siempre. Hoy pudiéramos estar confundidos cuando vemos la realidad que nos rodea.  Vivimos en un mundo que cada vez se aleja más de Dios y que cada vez cree menos en las cosas buenas. Pero un día… sucederá; así como se levantó de la tumba y se fue al cielo así mismo volverá del cielo a la tierra.  ¡Entonces recordaremos todo lo dicho en la Biblia y lo disfrutaremos!                                                        
                                                                                                  Miriam E. Figueroa Pastora

viernes, 27 de febrero de 2015

Creo en un Dios

El domingo pasado un joven de la iglesia nos inspiraba con un cántico dedicado a unos hermanos en la Iglesia.  El cántico afirma lo que la Iglesia ha creído por más de 16 siglos.  En el Concilio de Nicea en el año 325 la iglesia dirigida por el Espíritu de Dios levantó su voz para defender sus posturas frente a otras corrientes teológicas que no querían aceptar que Jesús era Dios mismo.  Hoy muchos se levantan para decirnos que saquemos a Dios de sus vidas y nosotros decimos a eso “que cada cual escoge pero que tampoco ellos pueden imponernos su libertinaje”. Dios cuida, guía y defiende su iglesia.  Nosotros somos sus instrumentos. Aquí el Credo Niceno:

 
Creo en un solo Dios Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, y de todas las cosas visibles e invisibles; 

Y en un solo Señor Jesucristo, Hijo Unigénito de Dios, Engendrado del Padre antes de todos los siglos, Dios de Dios, Luz de Luz, verdadero Dios de Dios verdadero, Engendrado, no hecho, consubstancial con el Padre;
Por el cual todas las cosas fueron hechas,
El cual por amor a nosotros y por nuestra salud descendió del cielo,
Y tomando nuestra carne de la virgen María, por el Espíritu Santo, fue hecho hombre,
Y fue crucificado por nosotros bajo el poder de Poncio Pilatos,
Padeció, y fue sepultado; Y al tercer día resucitó según las Escrituras,
Subió a los cielos y está sentado a la diestra de Dios Padre.
Y vendrá otra vez con gloria a juzgar a los vivos y a los muertos;
Y su reino no tendrá fin.

Y creo en el Espíritu Santo, Señor y Dador de vida, procedente del Padre y del Hijo,
El cual con el Padre y el Hijo juntamente es adorado y glorificado; Que habló por los profetas…Y espero la resurrección de los muertos, y la vida del siglo venidero. Amén.
                                                                                                                                                                                                                          
                                                                                                                                                                         Miriam E. Figueroa

viernes, 20 de febrero de 2015

Cuando Dios nos Prueba



Dios nos prueba porque quiere obtener  lo mejor de nosotros, pero un error muy común es confundir las pruebas de Dios con el maltrato humano. Entiende esto, Dios no le dice a nadie: “Anda, lastímalo, humíllalo, golpéalo y abúsalo, porque quiero ver qué hace y cómo reacciona”. ¡No! Dios no es sádico, ni violento ni agresivo. Dios no se deleita con el dolor y el sufrimiento.  Dios no nos prueba con destrucción, muerte y violencia, ni con abusos sexuales. ¡Estas no son pruebas de Dios! Dios no es perverso. Dios no se quita el coraje con nosotros. No permitas que Satanás te engañe y que enseñanzas ignorantes te hagan ver a Dios como alguien violento y agresivo. Dios es Padre. Ama, consuela, protege, bendice, soporta nuestras torpezas, ¡y jamás nos maltrata! 

Dios nos prueba de otras maneras. Por ejemplo, nos da una palabra para corregirnos. Una palabra fuerte, una palabra de reflexión para que cambiemos de rumbo. Nos habla duro pero con amor, no para “retarnos” sino para que cambiemos nuestra manera de vivir.  Nos deja sin poder espiritual. Cuando nos ponemos testarudos o rebeldes, Dios nos dice: “Está bien, sigue adelante, pero vas sin mi poder”. Nos estancamos, no avanzamos, hasta volver a Dios. También Dios usa las consecuencias de nuestras decisiones. Dios nos advierte: “Si haces esto te va a pasar esto otro”. 

La Biblia está llena de ejemplos con respecto a esto (Sal.1:1-3, Mt.6:14-15). Pero cuando obedecemos la Palabra nos alejamos del fracaso y maduramos.  Usa las circunstancias diarias, familiares, personales, laborales, económicas, sentimentales o espirituales. Y por medio de esto Dios prueba nuestra fe y la mejora. Y cuando superamos la prueba nos damos cuenta que crecimos, que maduramos (Stg.1:2-3). 

...Piénsalo. 

¿Puedes identificar algunos de estos tratos de Dios en tu vida?
¿Qué piensas que Dios quiere mejorar o corregir en tu vida?
 

                                             Por Edgardo Tosoni,  Aliento Diario Compartido por Wilda Gómez

viernes, 6 de febrero de 2015

No Hay Más Grande Amor...



…y el carácter fortalece nuestra esperanza segura de salvación.  Y esa esperanza no acabará en desilusión.  Pues sabemos con cuanta ternura nos ama Dios, porque nos ha dado el Espíritu Santo para llenar nuestro corazón con su amor.                                                                                             
                                                                                                                                          Romanos 5:4-5

Disfrutar del amor de nuestra familia es tan revitalizador.  Amar y ser amados por nuestros amigos es  siempre una experiencia de vida tan satisfactoria. Disfrutar de la hermandad en la comunidad de fe es alentador. Y…… ¡estar enamorados es tan maravilloso! El amor es capaz de producir estos sentimientos tan particulares y  volcar nuestra vida en solo minutos.  Las experiencias de amor se imprimen en nuestra vida como una marca realizada por el cincel del artista.  Estas marcas pueden ser una obra de arte o una especie de cicatriz.  Así que también  es cierto que muchas  personas andan desilusionadas a causa de un amor.  Viven desilusionados. 

Pero el amor de Dios y la ternura con la cual él nos ama han sido derramados en nuestros corazones, en nuestra alma y en nuestro espíritu.  Esto es así para hacernos capaces de recibir y de dar amor.  Por eso es que podemos aceptar su amor.  Es propio aquí recordar que nosotros no podíamos salvarnos por nuestra propia cuenta.  No éramos capaces de salvarnos a nosotros mismos y entonces Dios nos entregó a su hijo para que tomara nuestro lugar en el decreto de muerte.  Eso sucedió solo por amor.  Y al poder recibir su amor, entonces estamos seguros de nuestra salvación.  La esperanza de nuestra salvación se fortalece a causa de su amor.  Y eso nunca nos desilusionará, jamás.  Algunos amores podrán dejar cicatrices y desilusión.  Pero el amor de Dios jamás resultará en un fracaso para nosotros.  ¡Qué grande, maravilloso e inexplicable es su amor! 

          Pásalo… 
Miriam E. Figueroa, Pastora